mayo 23, 2013

María Francia y el padecer de la Educación hoy


A quienes nos gusta rememorar con frecuencia, una situación, fecha o cualquier elemento sin razón aparente nos dispara nuestra caja de recuerdos. Por estas fechas la memoria de María Francia ha aparecido. Recuerdo que era ruego común en muchas casas con estudiantes en apuros. Entonces podría decirse que en Venezuela la expresión vía crucis no solamente aludía a los tiempos de Semana Santa. Era regular escuchar aquello de “le quedaron las tres Marías”, “tiene que reparar una materia”, ante lo cual el fajarse con los libros y, eventualmente, encender una velita a la legendaria estudiante servían de estímulo. Para mi generación la educación media-diversificada era una tríada unida por un mismo objetivo: el alumno debía estudiar, el sistema propiciaba ese deber y el hogar lo alentaba. El centro de la formación estaba en el estudiante. Si no había responsabilidad con los estudios, pues se pagaban las consecuencias. Alguna vez escuchamos aquello de “estudiar para ser alguien” o “estudiar es tu trabajo”. Hacíamos grupos de estudio, nos juntábamos con resúmenes, fichas y cuadernos para estudiar un fin de semana completo para las pruebas finales. Nos gustaba eximir, nos horrorizaba la repitencia escolar, y, “quemarnos las pestañas” no nos traumatizaba. El flojo estudiaba el doble, el aplicado ganaba menciones de honor. Mi educación la veo muy clara: el esfuerzo y el mérito importaban.
Hoy comparo, tristemente, cómo el sistema educativo actualmente desalienta esa práctica meritoria. Para muchos docentes, el período de julio es el momento de los reclamos, las amenazas, las citas ante los Distritos Escolares, la Lopnna y el Ministerio, en fin, todas las estaciones de penalización para poner en tela de juicio nuestra labor pedagógica. No se habla del desempeño académico del alumno, sino de la incapacidad, mala fe, exclusión y toda la sarta de denominaciones populistas que han contaminado el entorno educativo. Sorprende ver cómo algunas madres y representantes van en este mes a los colegios a exigir la repetición de un examen, la revisión de una nota del primer lapso, o la discusión sobre la imposibilidad de que su hijo repita año. Todo esto entre gritos destemplados y amenazas reiteradas de acudir a las autoridades. ¿Por qué el alumno no estudia?, ¿por qué algunos estudiantes ni siquiera copian la clase; por qué andan casi adheridos a los dispositivos electrónicos? ¿Por qué hay tanta dispersión, desmotivación y desapego de algunos estudiantes hacia el hecho educativo? Eso a ciertos padres no les preocupa. Solamente si hay una nota aplazada, ahí saltan las quejas, pero no hacia el hijo, sino hacia aquel que está más tiempo que ellos con sus propios hijos. Ellos aducen que los docentes y las instituciones son las culpables que haya alumnos que fracasan.
Nuestra estimada Milagros Socorro, aludía un par de días al “desastre en la educación”, y sí, como en la acepción segunda del DRAE: “Cosa de mala calidad, mal resultado, mala organización, mal aspecto”, así nuestra educación está mostrándose. Cada vez más acudimos al facilismo, en una ruta expedita hacia el desmérito, el mínimo esfuerzo. Un jefe de distrito que impugna el resultado de una nota final a una alumna de quinto año porque “ella debe graduarse porque compró ya el vestido”, o una supervisora de una zona educativa que desconoce una decisión tomada en un consejo académico porque esos profesores escuálidos… En fin, ya nadie visita el mausoleo de María Francia, no hay motivos, todos los alumnos deben pasar.

No hay comentarios: