octubre 31, 2013

"Venezuela cambió para siempre"

La porquería que somos. 
El eslogan creado por el chavismo nunca ha sido más claro para mí como ahora. Ciertamente el país ha cambiado, ha transmutado en un conjunto de seres apáticos que sobreviven en espacios más parecidos a una selva que a una ciudad del siglo XXI. No hay avances, sino desmadres. Tal vez todo se traduce a...

octubre 25, 2013

P de palabras patrias


Si quisiera irme de Caracas -en modo huida, arrebatada de tanta desolación- escogería una ciudad con cerros sucesivos. Una ciudad donde el azul celeste definiera el color del cielo. Una que oliera a golfeado con queso, a sofrito para caraotas; a levadura por Los Ruices en la tarde. Llegaría a ese espacio extraño buscando el mal olor del Guaire; la mixtura de los panes de la Calle del Hambre, la fragancia del cilantro en los mercados. Recorrería veredas donde el ajetreo me recordara Petare, El Cementerio o Catia. Me pararía en las esquinas y vería de lado a lado, esperando una moto tras otras pasando como enloquecidas bestias dominadas por demonios. Y de repente, extrañada por esas visiones, iría en viaje melancólico de vuelta a mi ciudad, en la sencillez de sus expresiones, como quien compra el pan y pide "de a locha"; en la esplendidez de distinguir entre marroncito, tetero o cerrero. Sonreiría a causa de un "¡con todo, mi pana!", "¡verga, cómete algo!", "¿qué es lo que es, bicho?", "¡ay, cuéntamelo todo manita!", o la infaltable "-era": habladera, jodedera, reidera, tomadera...
Yo extrañaría, definitivamente, la palabra que aparece en una cola de carrito por puesto, en la salida del Metro, en las tertulias espontáneas en mitad de la calle o en las filas del banco.
Yo buscaría "el coño-no-joda", el "¿tú has visto, chica? Las frases de lacito como "se acabó lo que se daba" o "esto se fue pa'l coño". 
Si llegara a irme, no sé qué haría con las palabras de mi mamá: "ajices", berenjenal, coroto y reguero. Supongo que las arroparía entre las de mis primos, aquellas de mis amigos de la universidad y algunas del señor del kiosco. Un vainero, pues.

octubre 17, 2013

La acostumbrada

Apocalipsis, infierno; desazón, apatía... Piense en Caracas y relaciónela con un par de palabras. Indefectiblemente saldrán dos características negativas o bien dos aspectos que le hacen pensar que la sobrevivencia del más apto está aquí, en la extinta capital del cielo. El clima; la chicha que venden en la esquina Paradero; los perros calientes de La Castellana; el Parque del Este... Haga usted su lista. Agrupe las cosas buenas de la ciudad por categorías. Diviértase pensando en lo bueno. Ahora vuelva a su realidad: transite por las vías rápidas, desplácese en Metro; tome un carrito por puesto o si es más temerario, móntese en un jeep o pare a un mototaxi. Sienta a la Sultana del Ávila en un magnífico 360°. ¿Lo tiene, lo recuerda, está ahí?
Le aseguro que en algún momento de ese diario vivir estará en la punta de sus labios, surgiendo desde sus vísceras, sintonizada con esa idiosincrasia que nos une. Saldrá espontánea, tal vez estentórea, entonces con voz en cuello, en la esplendidez del sentir exhalará nuestra acostumbrada mentada de madre.