noviembre 26, 2016

Saludo en spanglish

Las historias salen de esas bocas espontáneas, a ratos sorprendentes, otras veces con un toque de indecencia, siempre en tono de confesión.
Si hay algún testigo puede mantenerse mudo por unos instantes, pero de inmediato opina como si fuese de su incumbencia, hasta se atreve a aconsejar, a criticar, a señalar alguna falta. 
Esto es el día a día. Alguien viene y solo escucho. 

Debo, simplemente, mantener la atención. En ocasiones me distraigo en el lenguaje gestual, o en las gráciles maneras de mover las manos, o en algún contoneo sugerente que va a juego con la historia contada. A veces es un fraseo irregular y convulso lo que me hace afinar el oído atento y logro descifrar la larga narrativa que me relatan (a mí que no he pedido cuentos).

Me dicen mis amigos que me voy a topar con muchos “cuenteros”, que es parte de esa idiosincrasia, que son divertidos, que me voy a acostumbrar a sus palabras peculiares... Esa otredad de la lengua española.

No he dejado de preguntarme porqué ese rapto parlanchín de contar intimidades a una completa extraña. ¿Será porque la soledad pesa tanto que hay que despojarse de ese lastre contando? ¿Será que la vida es simplemente compartir y las truculencias, peripecias y desmanes son más interesantes si se relatan a desconocidos?

Me pregunto tantas cosas… y a mí que me gusta tanto estar en silencio -ya bastante tengo con el ruido en mi interior, sin embargo me encuentro escuchando esas historias únicas. 

La pipol de Mayami tiene mucho qué contarme y yo sigo tras el mostrador respondiendo el saludo también en spanglish... Sé que un nuevo cuento está en la punta de esa lengua.

noviembre 15, 2016

La Pipol de Mayami



La mayoría de la gente hispanoparlante adulta en Miami habla en inglés con acento, con fluidez, con la sintaxis aprendida y repetida mecánicamente. Esa misma gente hablante nativa del español, habla su idioma muy mal. Inventa, altera, destruye las categorías gramaticales y los verbos, una masacre lingüística para los puristas de la lengua. 

Esa pipol habla como piensa, en ese bilingüismo que anda en cuerda floja para hacerse entender en un espanglish que suponemos -muchas veces- flaco de lecturas. ¿Pero leerán acaso? Puede suponerse que no leen, o quizá, por aquello de la duda razonable, leen muy poco o tan solo el periódico dejado en un asiento del Tri Rail. Tal vez nunca tuvieron esa bonita y familiar costumbre de leer antes de acostarse o esperando en la sala del dentista o estando en el baño…

Los latinos en Miami, esta pipol de Mayami, no se detiene a corregirse si se ha expresado incorrectamente en su lengua madre. Siguen hilvanando frases saltando de un idioma a otro, apurados, como quien debe correr ante el autobús que parte de la estación. ¿Se dan cuenta acaso de su falta? ¿Se escuchan en esa mezcolanza caribe y gringa? El espanglish es una norma que se impone incluso en las cuñas comerciales radiales. Todos nos vemos influenciados por él, nos acerca a nuestros interlocutores, nos permite sentirnos parte de un proceso comunicativo real. En definitiva se produce una interacción aunque quien se exprese no demuestre mucha capacidad comunicativa.

Es invariable que estés conversando espontáneamente y fluya la charla entre seis palabras en inglés y tres en español. Largas frases con cambios de código constantes. “Iba manejando la troca y dije: fuck!, olvidé la lonchaSo, no quería ir pa’atrás, you know, so me fui a 7-Eleven and bought a sandwich”.

¿Qué intereses tiene un sujeto que habiendo adquirido su lengua madre en una interacción social informal cuando niño, de adulto lleva a cabo el proceso de comunicación con deficiencia? ¿Qué motiva a un hablante a mejorar su desempeño comunicativo?

El buen decir de la lengua de Cervantes se cultiva leyendo. Estos hablantes del español tan absortos en lo anglosajón, se han olvidado de disfrutar nuestras graciosas erres, nuestras jugosas eñes. Olvidaron los primeros años de escuela, la gramática de Bello, los cuentos de las abuelas, los refranes populares. Dejaron olvidada en una maleta, la hermosura del fraseo fresco de nuestro idioma.

Cuando escuchas expresiones como: “¿quieres que te ‘vacunee’ la carpeta?”, caso clarísimo de transferencia léxica, solo puedes detenerte, dejar que en tu disco duro parpadee la lucecita verde, procesar ese infortunio y corregir, con algo de amabilidad: "¡Ah, te refieres a aspirarme la alfombra!" ¡Por Sor Juana en el claustro!

Y así como estos desastres, tanto el bilingüismo sustractivo como la atrición lingüística reducen la posibilidad de gozar de las palabras bellas de la lengua de Garcilaso, Machado, Paz, Sábato, Gallegos, Cadenas... 

Perder el dominio y la fluidez en la lengua madre es una preocupación de muchos, sobre todo de aquellos que vemos la hermosura del español como un legado para las próximas generaciones con sangre latina. Pueden algunos sentir que tienen mayor prestigio lingüístico al hablar un correcto inglés, intentando no vincularse con una minoría étnica que muchos señalan duramente. Nuestra identidad con la lengua venida de nuestra madre debe ser un signo de orgullo y deberíamos cultivarla cada día leyendo.

Respiro y sigo mi camino, con mis pasos van saliendo palabras acariciadas en voz baja: sahumerio, persignar, aurora, añorar...