agosto 09, 2016

Otro país debe reverdecer

Durante su adolescencia la calle donde vivía era un hervidero de delincuencia. La droga y la criminalidad eran vecinas de pared contigua. Los maleantes y vagos eran de cara conocida. Todos sabían sus nombres, en qué casa vivían, las fechorías que cometían a diario y quiénes eran sus madres. Estas hacían mercado junto a otras progenitoras de estirpe sana y juiciosa. Al final de la semana, todas se encontraban frente al mismo portugués del automercado de la esquina: todas ocupadas en darles de comer a sus vástagos de la manera más honesta posible.
Esas madres de delincuentes, no lo eran. Solo se hicieron expertas en engendrar. Sufrían de esa ignorancia de andarle pariendo a cada hombre que les asegurara un futuro. Esas mujeres se hacían cargo de los más pequeños, los mayores andaban por las calles primero como saltimbanquis, y luego como asaltantes de navaja y pistola vieja. Ellas, sus madres, vivían avergonzadas, trataban de ocultar el agravio de ser "la puta que los parió". 

Cada cierto tiempo surgía una especie de santo y seña silente, se daban miradas de soslayo, puro lenguaje corporal que ponía sobre aviso cuando en la cuadra despertaba otro delincuente de oficio. Era como un gran estreno... El escenario, la simple vereda. Allí los actores de relleno, los malandros viejos y los actores principales, de tics, escupitajo y actuar nervioso, desplegando sus nuevas artes... "Le cortaron la cara a fulano", "Zutanito le metió un pepazo a mengano". "Está 'encanao' el David".

En esa Caracas de los 80 había barriadas populares donde los malandros cuidaban a sus vecinos y jugaban ajiley con los tombos frente a la bodeguita bebiendo cerveza. Estaban los que se enmariguanaban, pero ayudaban con las bolsas de saco (yute) a las doñitas que subían largas escalinatas después de hacer sus compras en el mercado. Había muchachos descarriados, pero "buena gente en el fondo". 

Esa ciudad la vemos reflejada en la obra de MOS. Es la ciudad que recuerdo al leerle a mi hijo "Cuando quiero llorar, no lloro". Es el país que conozco era grande y boyante. Ese país donde lentamente se germinaba el odio...

A 36 años ya avanzados entre sentimientos contrarios, ya sabemos que la siembra no dio frutos buenos... Habrá que quemar la tierra... Hay que preparar el terreno de nuevo. Otro país debe reverdecer.