marzo 10, 2018

La mujer que celebro

Yo celebro a las mujeres que deciden no ser madres, que no creen en el matrimonio, que aman a otras mujeres, que se gozan su vida como quieren y con quien les dé la gana.

Celebro a las que luchan por sus sueños, sus carreras profesionales o sus vidas sentimentales.


Celebro a las que creen en sí mismas, a las que se derrotan por inseguras y, acto seguido, se levantan por corajudas.


Celebro a las madres solteras, las divorciadas, las que no creen en la iglesia católica, las que son apolíticas y las que militan en partidos de vaya usted a saber qué dirección ideológica persiguen.


Celebro a las mujeres que manejan armas en defensa propia y en defensa de otros; las que curan a enemigos y reportan desde campos minados; las que en silencio rompen muros y construyen ventanas.

Celebro a las madres abnegadas que deciden sortear sus frustraciones, a las madres que construyen los mejores hombres del futuro, a las madres que fortalecen a sus hijas desde el valor propio y el respeto al otro.

Eso sí, excluyo de mi celebración a las que sufren de misandria, las que se visten de víctimas sin serlo, las que se mantienen ignorantes y gozan de su brutalidad; las que dicen que necesitan un hombre que las represente, las que aceptan caminar tres pasos atrás del marido, las que usan la maternidad como una penalización para el hombre. Aunque incluso a todas estas les doy el beneficio de la duda y la oportunidad de construirse como mujeres, hurgando en su poder personal y en mayúsculas.

enero 29, 2018

Percibir desde la melancolía

Las impresiones son siempre distintas cuando se está en otro lugar, sobre todo cuando eres extranjero y vas a cualquier supermercado a hacer las compras semanales.

Hay una imprecisión en la manera como atendemos lo que percibimos con nuestros sentidos. Nada es lo que parece, pues todo está teñido de la nostalgia del otro espacio, ese lugar querido en nuestra memoria. Por ejemplo, todos los colores son distintos bajo la perspectiva emocional, desde el queso amarillo no era tan chillón como este hasta estos cielos no son tan azules como los de mi Caracas, y aquí hay que destacar la irrupción de los posesivos en el discurso de lo que se percibe, donde surgen decires como: este río no es tan magnífico como mi Caroní; este cerro no es comparable con mi Ávila.

Divergencias perceptivas en todo el espectro sensorial. Los sabores y los olores percibidos en el momento presente son contrarios a aquellos que las papilas recuerdan. Poco importa si los ajíes los compras a 98 centavos, lo importante es que no son tan sabrosos como los que conseguías en el mercado de Chacao. La crema que te hacía tu mamá cuando estabas con "el cuerpo malo" no te sale porque aquí no hay apio como allá. El cilantro no huele igual y los aguacates nunca serán tan ricos como los de Paria.

Disfrutar de la obviedad del supermercado repleto se olvida rápido. Al principio te sentías como campesino en ciudad, luego te daba remordimiento porque sabías que tus familiares no podían conseguir ni la décima parte de lo que ponías en tu carrito de compra. Hoy pasas entre anaqueles en modo automático escogiendo de acuerdo al precio, la calidad y tus marcas conocidas o del afecto.

Lo curioso es cuando de repente vas entre los vegetales y las frutas en una comparación bochornosa de las acelgas, los plátanos, los mangos de allá y salta esa vocecita chocante de doña que aprieta la piña en la base y mueve la cabeza negando... No vale, nada como las de Trujillo.

El aquí en contraposición al allá puede resultar muy molesto cuando se es un extranjero, así consigas todos los productos, así puedas atreverte a hacer bienmesabe o hasta disfrutar del plato navideño completo, la melancolía pega... y hasta puede alterar la sazón, al menos eso dice mi madre.