mayo 11, 2013

Los libros del mercadito de LPG


Cada sábado a partir de las 5 de la mañana comienza el trajín en la segunda avenida y la primera transversal de Los Palos Grandes. La calle cerrada y los toldos dispuestos esperan por vendedores y compradores. Al bajar al mercadito, las flores dan la bienvenida multicolor. Las cachapas, las artesanías, los productos de limpieza, pero también lo usual en un mercado popular como víveres, legumbres y carnes puede encontrarse allí. Esta feria de abastecimiento Los Palos Grandes como reza en cada lona acrílica, se instaló hace casi una década y ha servido para que los vecinos vendan sus mercancías en una oportunidad de mejorar sus ingresos, dando cabida además a pequeños productores de San Antonio y El Jarillo, por ejemplo. Pasearse temprano por esa cuadra es sumergirse en un ambiente plenamente sensual: olores gratísimos que invitan al paladar; una gama cromática de vegetales frescos que alegran la vista en su disposición por formas, tamaños; gente variopinta bullendo en un ir y venir con bolsas, carritos y bolsones. Es un espacio para adquirir productos a buenos precios, para desayunar las delicias europeas o criollas que se ubican en al menos cuatro puestos o para encontrarse con los vecinos y compartir algo más que un saludo habitual. Esta feria se presta para ello, pues atiende a una vecindad que incluye a intelectuales, periodistas y artistas que hacen sus compras habituales. Allí transcurre la mañana en un dinamismo distinto, como una suerte de ambiente catártico para recuperar aquello que nos hacía socializar entre desconocidos: conversar a propósito del clima, del último evento, del tema recurrente de la política nacional o incluso de literatura. Conocer cada puesto es una experiencia interesante porque puede toparse con sorpresas muy gratas, como los libros usados de la señora Liz de Mercado, magistralmente cuidados y de una variedad insuperable. Obras maestras como Drácula o Doña Bárbara, o teóricos literarios como Tzvetan Todorov son parte de esa colección que vende esta amable señora argentina, radicada hace 35 años en el país. Cuenta que la idea de vender libros usados comenzó hace algo más de 7 años, cuando la posibilidad de partir de Venezuela estaba armándose en su núcleo familiar. Allí recolectaron las obras de su biblioteca y comenzaron a despojarse de títulos. No obstante, el destino jugó sus dados, no se fueron y eventualmente regresaron a la feria. Hoy, de vuelta, tiene una clientela fija que se atreve a leer títulos fuera de las listas de bestsellers, pero producto de mentes creativas de primera línea. Ante la pregunta de dónde sacan tantas maravillas, la señora Liz, y su hija que la acompaña, confiesan que su suministro se lo deben a un tío apasionado de la literatura cuyo principal pasatiempo es la adquisición continua de libros. Así, se despoja de los ya leídos y mantiene su avidez lectora fluyendo, a la par de su gusto musical. Entonces, junto a autores ingleses, estadounidenses, alemanes, también puede comprarse en el puesto de la señora Liz, discos compactos originales, en el mismo tono variado de los textos. Lo importante es que en un país donde la promoción de la lectura sigue dando pasitos cortos, estas iniciativas de compartir lecturas, a precios solidarios, con el atrevimiento de dejarse llevar por un título sugerente, bien merecen un aplauso. Finalmente siempre habrá un libro esperando acompañar alguna tarde de sábado comiendo un trozo de fruta o un bizcocho comprado en el mercadito.

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