Como es usual desde hace 29 años, cada
domingo a partir de las 6 de la mañana y hasta pasado el mediodía, se detiene
el flujo vehicular en la avenida Boyacá. Entonces se inicia otro fluir: caminantes
y mascotas; bicicletas y patinetas disfrutan por igual esa extensión de 35
kilómetros aproximadamente. Como iniciativa de un ministro de la juventud sintonizado
con las prácticas deportivas, esta opción recibe hoy a un millar de personas
que busca librarse del barullo de la ciudad, recreándose sanamente. En
dirección oeste-este o viceversa, los caraqueños pueden disfrutar del corredor
vial, suavizado por el verdor de El Ávila, con sus variadas entradas de acceso.
Específicamente en la entrada hacia Sabas Nieves, en el tramo entre Los Palos
Grandes y La Castellana, se puede observar, por ejemplo, a los “graviteros”, actual
denominación para los antiguos patineteros de los ochenta.
Tal vez para algunos paseantes
desprevenidos, este remolino yendo y viniendo sobre madera o fibra de vidrio,
representa un impedimento abusivo para una tranquila caminata matutina, pero lo
destacable es que el que vaya a la cota
un domingo, sabrá de inmediato que allí existe un código implícito, un poco de
sentido común que va de lado a lado y ha permanecido desde hace 6 años cuando
las tablas empezaron a zigzaguear el asfalto. La tolerancia ha jugado respetuosa
de norte a sur y cada uno de los deportistas sabe que existe el otro.
Ahora, con tablas más largas (longboard skates), pero manteniendo el
mismo deseo de sentir el viento, estos skaters
entre 9 y 40 años, se desplazan a lo largo de casi 500 metros para realizar sus
figuras. Tal como expresa Black Box,
los “fiebrúos” llegan bien temprano para aprovechar el tiempo y el total
despeje de la vía. Él, que todavía se considera un rookie, va a pasarla bien y a hacer algunos trucos. Otros, llegan
con implementos, llaves y accesorios para ayudar a los demás miembros de la crew.
La jerga se quedó en finales de los setenta. Allí lo que se escucha es simple
espanglish. El trato de bro, los saludos peculiares con las
manos y la adrenalina jugando en los peraltes hablan de una comunidad que se
conoce plenamente.
Para Pedro Luis, lo importante es que
son gente creativa que ha sabido sacarle provecho a sus habilidades. Ellos
mismos diseñan sus protecciones, por ejemplo, sencillos guantes de obrero con trozos
de láminas de acrílico adheridas, incluso son capaces de fabricar tablas como las
que hace Huba y su marca Street Rider. Para Manu Cabrera, estos colectivos
sobre rueditas y trucks representan a jóvenes que dejan en alto el nombre
patrio. No es poco decir que 14 participaron en el Festival Nacional de la
Bajada de Bogotá, realizado el 21 de noviembre de 2010, llevándose los
primeros lugares en la competición; especialmente Alberto Mora en Mejor Truco y
La negra Alejandra Segovia como Mejor Patinadora.
Manu indica que la selección –donde
él era el capitán- tuvo que sortear múltiples dificultades con el patrocinio.
Afortunadamente para ellos, pudieron contar con el apoyo de algunas autoridades
gubernamentales.
Este talento nacional se agrupa en
equipos como VLM, Team 4:20, Caída, entro otros, no solo en Caracas, sino a lo
largo del país, destacándose la gente de Valencia, en opinión de Huba.
Esta mezcla de afición y estilo de
vida -quizá extravagante, con sombreros, pañoletas y toda la gama cromática posible,
reserva gratas sorpresas a los que se atreven a conocer las diferencias y a
respetarlas, sobre todo.
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