enero 29, 2018

Percibir desde la melancolía

Las impresiones son siempre distintas cuando se está en otro lugar, sobre todo cuando eres extranjero y vas a cualquier supermercado a hacer las compras semanales.

Hay una imprecisión en la manera como atendemos lo que percibimos con nuestros sentidos. Nada es lo que parece, pues todo está teñido de la nostalgia del otro espacio, ese lugar querido en nuestra memoria. Por ejemplo, todos los colores son distintos bajo la perspectiva emocional, desde el queso amarillo no era tan chillón como este hasta estos cielos no son tan azules como los de mi Caracas, y aquí hay que destacar la irrupción de los posesivos en el discurso de lo que se percibe, donde surgen decires como: este río no es tan magnífico como mi Caroní; este cerro no es comparable con mi Ávila.

Divergencias perceptivas en todo el espectro sensorial. Los sabores y los olores percibidos en el momento presente son contrarios a aquellos que las papilas recuerdan. Poco importa si los ajíes los compras a 98 centavos, lo importante es que no son tan sabrosos como los que conseguías en el mercado de Chacao. La crema que te hacía tu mamá cuando estabas con "el cuerpo malo" no te sale porque aquí no hay apio como allá. El cilantro no huele igual y los aguacates nunca serán tan ricos como los de Paria.

Disfrutar de la obviedad del supermercado repleto se olvida rápido. Al principio te sentías como campesino en ciudad, luego te daba remordimiento porque sabías que tus familiares no podían conseguir ni la décima parte de lo que ponías en tu carrito de compra. Hoy pasas entre anaqueles en modo automático escogiendo de acuerdo al precio, la calidad y tus marcas conocidas o del afecto.

Lo curioso es cuando de repente vas entre los vegetales y las frutas en una comparación bochornosa de las acelgas, los plátanos, los mangos de allá y salta esa vocecita chocante de doña que aprieta la piña en la base y mueve la cabeza negando... No vale, nada como las de Trujillo.

El aquí en contraposición al allá puede resultar muy molesto cuando se es un extranjero, así consigas todos los productos, así puedas atreverte a hacer bienmesabe o hasta disfrutar del plato navideño completo, la melancolía pega... y hasta puede alterar la sazón, al menos eso dice mi madre.