enero 12, 2016

¿Cuándo se vende la esperanza?

Mi cédula termina en 2. El martes es mi día de compra.

Mi día preferido de la semana es el lunes. Y sí, puede ser raro, pero me gustan los lunes: inicio, descubrir cosas nuevas, aprender... Desde la época escolar me preparaba feliz para recibir cada lunes. Me gustaba estar en el colegio, el salón de clases y mi puesto al lado de la pared donde la hilera de hormiguitas iban saludándose al encuentro, una tras otra; mis amigas-compinches; el juego de la ere y de la semana (o rayuela o avión). Los lunes, la niñez, la época feliz...

Ahora debo comprar solo el día que me corresponde. Eso oigo a cada rato cuando, llegado un producto al comercio específico, pregunto por la cantidad que puedo llevar y el nuevo precio a pagar. En la red de farmacias, en los supermercados es lo mismo: martes es mi día. Claro, puedo comprar una barra de pan, cinco tornillos o una blusa el día que lo desee, pero los productos de la cesta básica, aquellos de primera necesidad, pues no. No los necesito sino el martes.

Los venezolanos de a pie (sin escoltas ni prebendas) andamos de excursión alimenticia. En Caracas, del oeste al este y viceversa, la gente camina frenética para buscar lo requerido para sus despensas. La verdad es que cada vez más, hay menos qué conseguir. A excepción que se desee comprar mentiras, esas sí se consiguen fácilmente: en el centro de la ciudad, por ejemplo, verás multiplicado un rostro hinchado y sonriente; en las paredes -gracias a un par de usados stencils- replicado un nombre, una firma, un legado de involución. Esto es lo que ofrece el gobierno, catapultas para caer y hundirse más en la ignominia nacional.

Hoy es martes.

¿Cuándo se vende la esperanza?

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