junio 27, 2014

Una ciudad y la oscurana

Un apagón de tres horas. Multitudes pedestres sobre aceras, en las calles, traspasando a otras multitudes en vía contraria. Nadie detuvo el tráfico, cerró una calle, se apostó frente a un ministerio, acudió a la sede de Corpoelec. No. El habituarse al mal hacer, el desinterés, el acostumbrarse a andar en la ciudad en la piel de un sobreviviente y agradeciendo a Dios el milagro de la vida por 24 horas. Así se vive en mi ciudad, en mi país todo. Padecemos el peor gobierno de la historia republicana y nadie parece preocuparle la ineficacia de los servicios públicos. Somos muy subdesarrollo al estilo patrio; mucho egoísmo y apatía hacen vida en esta tierra de gracia.
Desde Plaza Venezuela rumbo a Los Ruices solo se veían motos taxis sorteando a peatones que iban como zombies. Un apagón, normal. Un asesinato en camionetica, normal. Unos alimentos que no se consiguen fácilmente, normal, pues, es la expresión simplista de un ciudadano que no se estima en su justa valía. Nos hemos convertido en un conjunto de rémoras y absorbemos apenas, mientras nos lo permita la corriente. No hay más allá. Nadie sabe nada. Una partida de desalmados, eso somos. No hay espíritu que combata esta ignominia gubernamental.
Desgraciado gobierno que no quiere a su país. No nos merecemos esta infamia.

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