junio 01, 2014

Mi franela roja

El viernes fui a mi trabajo con una franela roja con un dibujo en negro de las típicas imágenes del bambú asiático. Nadie reparó en las líneas delgadas y gruesas a manera de leves brochazos, reproducción de, tal vez, una ofrenda que un viejo sabio, con pincel y tinta, buscó hacer al árbol que veía desde su tatami. No. Era solo "estás roja-rojita" la expresión cliché escuchada toda la mañana.
Digerí el comentario. Lo dejé pasar.
Hoy tomo la consabida franela de la silla del cuarto y como iba a pasear a mi perro decido ponérmela. Me crucé con vecinos y con gente que iba al parque. Indefectiblemente, la mirada iba a la franela, luego a mi cara, por último, al cuadrúpedo feliz a mi lado. Podía leerle sus frentes -cual teleprompter- (obviamente no puedo, pero la alzada de cejas y el cuchicheo estaban allí), hasta que el señor del quiosco, repitió la consabida frasecita.
Sonreí... pero con lástima.
Alguien en mala hora "decidió" apropiarse no solo de un país, sino de un color. Lo más triste es que van quince años y todavía sigue habiendo gente que asumió que el rojo era de un bando, de una banda, diría yo.
Me irrita que haya millones de tontos que insisten en seguirle el juego a este gobierno nefasto. Tengo varias franelas rojas, un vestido corto, otro vaporoso, en fin, un guardarropa en estado de excepción.

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