enero 04, 2014

La cuadra y nadie

La cuadra está vacía. Una oración simple. Informa tan solo un detalle. Podría -o quizás debería- ampliar la idea, construir una oración compleja y extender lo que esta soledad implica. No es fortuito que nadie camine por estas calles, las de ahora, las maniatadas por la inseguridad. Es sábado en la noche, es cuatro de enero, es normal, es... en fin, las excusas de esto a lo que nos hemos venido acostumbrando. Ya nadie desea caminar por sus cuadras, ni siquiera por...
zonas de municipio seguro como reza la propaganda de los de este lado.
Algunos temerarios, porque ese sería un apelativo justo, caminamos paseando a la mascota, intentando respirar la noche quieta y sentir el viento suave de estos días. Insisto, nosotros los ilusos, salimos a percibir la misma cuadra de hace veinte años, bajo el mismo cielo con la luna en cuarto creciente casi, escuchando los televisores en diferentes sintonías y viendo las luces de los apartamentos en edificios cual arbolitos de navidad: una luz encendida por aquí, otra apagada por allá. Pero no vayamos a engaño: no es la misma cuadra. No somos los mismos. La noche arropó nuestros miedos.
Cuando salimos después de las ocho, estamos seguros que nos toparemos solo con trabajadores en rápida marcha hacia el metro o con transeúntes que van a paso ligero dirigiéndose de regreso a sus edificios, a la tranquilidad de sus casas. Los carros no respetan ni semáforos, ni rayados, ni peatones con perro. Es la vibración del temor lo que se percibe. Andamos de noche porque es el diario vivir, porque debemos hacerlo; es el desplazamiento de un punto a otro, solamente física, trayectoria, movimiento rectilíneo uniforme. No obstante, la humanidad que nos conforma está aterrada. Nuestro espíritu palpita convulso y entonces salimos a la calle de noche, "en nombre de Dios", "con el manto de la Virgen Santa", "junto a San Miguel Arcángel", "con las Ánimas Benditas del Purgatorio". Lo que las abuelas sembraron en nuestro inconsciente se hace colectiva oración por el cuidado de nuestros cuerpos y almas. ¡Pobres desvalidos ciudadanos!
Pensará alguno, ¡no vale, debe ser porque es enero, tan solo cuatro días del estreno del 2014!, quizá, pero las calles solitarias de mi cuadra ahora me dan mala espina...

La vida parpadea en Caracas y seguimos suspirando en los balcones, viendo desde arriba el goteo de vehículos, breve, quién sabe si con conductores temerosos como todos.
Vista a la derecha, vista a la izquierda. Nadie. Nos toca alzar la mirada: el cielo negrísimo, la luna alumbrando apenas y una que otra estrellita por allí. ¿Sentirán miedo allá arriba también?

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