octubre 31, 2013

"Venezuela cambió para siempre"

La porquería que somos. 
El eslogan creado por el chavismo nunca ha sido más claro para mí como ahora. Ciertamente el país ha cambiado, ha transmutado en un conjunto de seres apáticos que sobreviven en espacios más parecidos a una selva que a una ciudad del siglo XXI. No hay avances, sino desmadres. Tal vez todo se traduce a...
mi rabia, a esa emoción que contuve en lágrimas y que me hace caer en cuenta -cada vez más- de lo poco solidarios que nos hemos vuelto.
Me caí el martes mientras entrenaba en los alrededores del Centro Comercial San Ignacio. Una tarde congestionada por el tráfico, con aceras ocupadas por peatones que no desean apartarse, con veredas rotas y peor aún, con obstáculos olvidados como la base de un poste, los sobrantes del concreto aplicado o cualquier elemento que refleje la poca calidad en la inspección y ejecución de obras públicas.
Nadie se inmutó, nadie ayudó, nada había pasado. Al cabo de tres horas eran seis puntos en el codo derecho, contusiones y raspones serios en ambas rodillas, más la frustración de no hacer las cosas que me gustan por varias semanas. ¿Importa acaso? 
"¡Ay, qué exagerada, ni que hubiese sido algo grave, por Dios! ¡Ah, pero eso es nada, niña! ¡Ah, ok...!"
Sea que te hayan robado unos delincuentes, que un buhonero intente venderte un producto al 300%, que un conductor te "tire" el carro, te choque y se dé a la fuga, que te quiten del carrito del supermercado el aceite que llevabas, que seas testigo de la violencia entre féminas por un pote de leche, más cualquier ejemplo de "la vida misma" nacional, la sensación de desarraigo se afianza y expande, tristemente, por todo el país. Como la mala hierba, lo peor de nuestra idiosincrasia aflora y ya no somos los mismos...
Eres presa de la indolencia. Eres un ciudadano desamparado. Eres un número de cédula que solo te identifica como alguien utilizable para una campaña electoral. Eres una nueva categoría dentro del lumpen: con real minusvalía económica pero con cada vez más conciencia de ello. Estamos hundidos, lo sabemos y no podemos hacer algo al respecto. ¿Podemos acaso revertirlo?
En Venezuela se destapó la fuente de lo peor de nosotros. La grosería, el mal hablar, las actitudes ofensivas, el resentimiento, la perfidia, más una lista de nuestras peores cualidades humanas emergieron y han contaminado cada espacio de nosotros. Eso que nos permitía conectarnos con otro en sus diferencias ahora es imposible porque las distinciones son abismales. Chocamos y nos rechazamos por colores partidistas, por etnias, por clases, por cultura, por "quítame esta paja". Cual si fuésemos imanes, somos polos iguales de un mismo eje. En este país parece que sus ciudadanos no pueden estar juntos. Estamos secos de buena voluntad, hastiados de sueños fútiles, esperanzados en la oquedad... 
A nadie le importas compatriota. Solo nos arropa la nostalgia del país perdido, pero la ventolera levanta la sábana de la fe y seguimos sintiendo frío.

No hay comentarios: