El cielo está despejado y los cristofués cantan. Un
par de guacamayas se atreve a volar muy bajo. En un alarde de colores, se pasean
por el estacionamiento norte del Parque del Este; se detienen entre unas ramas
altas; sus magníficas colas: bermellón una, cian la otra, desprenden alegría
alrededor. Estas aves, bellas, libres, de vuelo rápido, se parecen a la mujer
que trotando se acerca a su vehículo y que con una espléndida sonrisa me saluda
como una amiga. La profesora, la profe, o simplemente Marisela, es una mujer-dinamo.
Aunque expresa que trota menos de 100 km semanales, su actividad es frenética, solo
ralentizada por el cuidado de su pequeña nieta. Jubilada después de 34 años de
servicio, un día se preguntó: “¿y qué voy a hacer ahora?”, pero como ella misma
afirma que sus deseos siempre se confirman, comenzó a entrenar a un grupo de
médicos. De esta manera, se empezaron a encadenar las asesorías físicas, atendiendo
hoy a “sus muchachos”, su club de corredores cuya base de operaciones está en
el Parque.
Confiesa que empezó tarde en el atletismo. A sus 21
años, ya muchas chicas habían recorrido miles de horas de entrenamiento cuando
niñas, o bien en natación o bien en gimnasia, mientras ella, apenas jugaba en
los recreos “la ere”, imponiéndose como la capitana siempre. Su habilidad para
ser amiguera –típico de su signo Acuario- le trajo muchas satisfacciones y fue
el impulso que la llevó a compartir sus aprendizajes. Primero, como estudiante
de Educación Física en el Instituto Pedagógico de Caracas, evoca con amor las duras
pruebas que tuvo que superar para ser parte de la selección de atletismo. Recuerda
“mi reto era: yo sí puedo”. Tenía miedo a competir, inseguridad ante los nuevos
escenarios que se le presentaban, pero el profesor, Mihai Zissu, le inspiró la
confianza para reconocer su propio talento. Este rumano, que se nacionalizó
venezolano para devolverle al país lo que le había dado, fue su mentor.
Marisela asegura que de él aprendió mucho –“él era lo máximo, yo anotaba todas
sus indicaciones”; ella tenía hambre de aprender. Con los triunfos llegaron las
decepciones, las injusticias, como por ejemplo la vez que sufrió de apendicitis;
la bajaron de eslabón y no le suministraron los medicamentos precisos. No
obstante, la confianza en sí misma y su entrega al entrenamiento le dieron las
medallas, los trofeos y la jerarquía que todos conocemos ahora.
Luego, siendo docente egresada nivel 6, su deseo de
superación fue su testigo. Gracias a
su mejoramiento profesional alcanzó posiciones importantes en otros ámbitos. Durante
la gestión de Cornelio Popesco (1998 -2000) trabajó como Directora de Deportes
del Municipio Chacao. Hoy asegura que política más deportes es una dupla que prefiere
ignorar. Ese mismo año le otorgaron el Premio de la Fundación Avon a la
trayectoria y a los logros obtenidos en su desempeño laboral.
Confiesa que su mayor sueño a los 20 fue demostrar
su aptitud física, con lo cual empezó a ganar preseas. M de marca. Dios, además, la premió con su primera hija. En sus 30,
su sueño de tener a su segunda hija la llenó de gloria, pues deseaba engendrar otra
mujer. M de madre. En la actualidad,
solo desea disfrutar de lo que hace. M de
madurez. En el Día Internacional de la Mujer, celebraremos con M mayúscula,
el nombre propio de la mujer amable, entusiasta, firme de carácter, altamente
responsable, reservada, de entrañables afectos y fiel a sí misma que se conjuga
en nuestra gloria deportiva nacional: Marisela Díaz.
Como expresa Marcela Serrano: “una mujer es la
historia de sus actos y pensamientos…”, podría agregársele además, de su sensibilidad
emotiva, de su fibra removida. Gracias profe.
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