diciembre 13, 2015

Ya no tan blondas cabelleras

Fue a la cuarta vez durante esta semana, en el cuarto carrito por puesto que tomaba, que me percaté del elemento común: la mayoría de las mujeres tenían el cabello sucio. 

So pena de parecer frívola, es un factor muy significativo en estos tiempos en mi país. Siempre hemos testificado que, en general, la mujer venezolana está atenta a su cuidado personal. Esa mujer, la común y corriente, la del Metro, jeep de ruta troncal y buseta, se caracteriza por su coquetería. Eso de "primero muerta que sin maquillaje y pelo sin alisar" era usual escucharlo en conversaciones espontáneas de algún asiento de transporte público. Por eso esa constatación del aspecto en varias mujeres, aleatoria muestra del actual estado femenino en la ciudad, me pareció, digamos, interesante de analizar.

Unas eran de tez blanca, otras de ese tono achocolatado que llamamos "trigueño", morenas, en fin, la paleta del mestizaje distribuida cómodamente entre el bullicio del vallenato, Rocío Dúrcal lacrimógena o un set inacabable de "salsa pa' lante". Yo desde el último puesto observaba esas hebras grasientas, sujetas, apelmazadas entre ganchos descoloridos y colitas insignificantes. Los cabellos, de color negro, con mechitas doradas, algunas en un rojizo desteñido, otras con canas desinhibidas, tenían en común un aspecto descuidado. Era notoria la ausencia del champú, la cremita para peinar, las gotitas de brillo. 

Desde el asiento ubicado más alto que el resto podía ver la figura completa de cada mujer. Y no, no iban mal vestidas, no. Algunas tenían ropa sencilla, deportivas otras, pero un par estaba de vestido de bonito corte, falda planchadita, cartera y zapatos a juego. Esto no era desatención capilar, no, era un ejemplo de cabellos sometidos al rigor de la precariedad.

Miré a la calle, observé rápidamente tras las ventanas las aceras a ver si veía cabelleras al viento, libres de ataduras, manos que batieran largos azabaches o se cambiaran de lado oxigenadas hebras, y nada. No vi rizos, ni alisados, ni planchados, ni Keratina que valiera la pena destacar. 

Y allí seguí, pensando en lo mustia y desaliñada que están las cabelleras en mi ciudad. ¿Será que se conseguirá todavía el tratamiento de Kérastase?

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